Tenemos el placer de presentar la cuarta exposición de José Guerrero (Granada, 1914-Barcelona, 1991) desde que la galería representa al legado del artista.
Centrada en un momento crucial de su trayectoria y del arte español de posguerra, la muestra presenta diez lienzos y cinco papeles realizados entre 1953 y 1965, varios de los cuales no se habían visto en público en más de seis décadas.
Proponemos un recorrido por la obra guerreriana que comprende poco más de un decenio. El lienzo más antiguo, Ocultos, de 1953, presenta un conjunto de elementos negros, curvos, de carácter “biomórfico” [1], flotantes en el espacio, que aparecen cerrados, como comprimidos sin haber explosionado, y que siguen presentes en un lienzo algo posterior: el monumental Signo (1954), obra capital presentada en la exposición conjunta con Joan Miró en el Arts Club de Chicago, gracias a la cuál logró, el mismo 54, su primera muestra individual en la célebre galería Betty Parsons donde encontró “por fin, su lugar en el mundo del arte” [2] y volvió a colgarse Signo.
[1] Juan Manuel Bonet, Guerrero, la pintura necesaria, en el catálogo de la retrospectiva del artista en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1994, pág. 29.
[2] Francisco Baena, Biografía de José Guerrero, en el catálogo de la exposición José Guerrero, the presence of black. 1950-1966, diversas sedes, 2014-2015, pág 206.
Esas formas cerradas, como contenidas y danzantes en el espacio, que aparecen en su repertorio hacia 1950, derivarán, de mano de la pintura americana y de su vertiente más gestual, libre y envalentonada, en una explosión o expansión de la forma negra en el lienzo, que, como ha señalado Yolanda Romero muy certeramente [3], a menudo se conjuga, como mucho, con uno o dos colores más, además del omnipresente negro, cuya insistencia en su obra el propio pintor atribuía a su estado de ánimo [4] : "Presencia del negro con amarillo" (1958) con el blanco y el tierra; "Yellow and Brown" (1959) con el amarillo y el ocre; "Ascendente" (h 1963) con el verde y rojo… aunque hay excepciones, como "El paño de Verónica" (1965-6), que aparentemente se pintó únicamente con el negro, rojo y blanco pero que deja asomar, en la parte inferior, una delicada zona azul, al más puro estilo de su amigo Kline.
[3] Yolanda Romero, José Guerrero: los años americanos, Íbidem, pág 28.
[4] Sobre el uso del negro, señalamos de Selección de escritos de Guerrero (por Marta González) los siguientes, todos en el catálogo de la retrospectiva del artista en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1994, pág. 109: “Tenía yo el negro metido antes que Kline o Motherwell (…) El negro mío está vivo, vibra, es transparente, no es un negro muerto. El negro español está vivo; lo ves en el campo (…) una mujer de luto, como yo, otra muerte, como mi abuela, mi padre, mi hermano (…)”.
Las formas, más abiertas en los años 60, tienen ahora la peculiaridad de aparecer en la mayoría de los casos también más contenidamente. El propio artista lo expresa así: “Yo siempre he querido meter la energía dentro del cuadro. En este sentido, mi pintura no es como la de los action painters más genuinos, para los cuales la energía desborda los límites del cuadro” [5]. Este aserto tiene su excepción en obras tan personales como el capital Homenaje a Kline (1962), con ese cuerpo negro que cae a modo de telón sobre un lienzo muy especial para Guerrero por su amistad con Kline, o Torca negra (1963-7) con esa misma presencia, pero en el ángulo opuesto de la tela, o Bright passage (1960) y Ascendente (h 1963).
[5] Yolanda Romero, Op. cit., pág 30.
Como se ha señalado, la muestra culmina con varios papeles realizados entre 1953 y 1965, año en que regresa a España.
Guerrero vino en busca de sus raíces; con las ideas cada vez más claras, se aferró firmemente a unos principios que obtuvieron aprobación y reconocimiento en un entorno favorable. Las obras de esta etapa reflejan esta autoafirmación, y a la vez exploran nuevos territorios formales. El artista abandona la dispersión de sus obras neoyorquinas y la tensión queda contenida dentro de la propia tela. Es el rasgo característico de estos años, hizo cristalizar un trabajo fundamentado en formas más concretas con sugerentes colores como el morado y el verde, o buscando la fiereza de los primarios (rojos extremeños, azules mediterráneos, amarillos desérticos), o con unos de los tonos de negro más subyugantes que hayamos visto.
La obra de Guerrero, que cuenta con un museo dedicado a él en Granada (Centro José Guerrero) forma parte, entre otros, del Albright-Knox Art Gallery, Buffalo, Nueva York; del Metropolitan Museum of Art, Nueva York; del Museum of Fine Arts, Boston; del Museum of Modern Art, MoMA, Nueva York; del Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York; del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, MNCARS, Madrid; del Patio Herreriano, Museo de Arte Contemporáneo Español, Valladolid; del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, Cáceres; o de la Fundación Juan March, Madrid y Cuenca.