Fernando Arrabal Terán (Melilla, 1932) siempre se ha considerado artista por referencial paternal, siendo así pintor y escultor de objetos en la más pura tradición patafísica. A pesar de esto, también ha dedicado su carrera a otras profesiones como escritor, poeta o cineasta vanguardista e iconoclasta.

Fernando Arrabal en su estudio © Fernando Arrabal
Fernando Arrabal en su estudio © Fernando Arrabal

Comienza sus estudios de Derecho en Madrid. En 1953, como gran aficionado al teatro, es galardonado con el Premio Ciudad de Barcelona por su obra «El triciclo». Dos años después consigue una beca en París, donde vive desde entonces. Es allí donde conoce a muchas de las figuras capitales del siglo XX, tal como al poeta francés André Bretón, Salvador Dalí o René Magritte representantes del más puro Surrealismo.

En 1963, junto a los artistas Roland Topor y Alejandro Jodorowski, crea el «Movimiento Pánico», alusivo al dios griego Pan. Este movimiento es una expresión artística que pretende anunciar la locura controlada como supervivencia ante una sociedad en crisis de valores (la sociedad posmoderna). Sus autores sugieren un universo barroco, preciso, de un mundo delirante y matemático; una mezcla de contrarios: de amor y odio, tragedia y comedia, mal gusto y refinamiento estético, el sacrilegio y lo sagrado, lo individual y lo colectivo; el ritual ceremonial: en actos trascendentales de la vida; la visión onírica, y a veces cruel y satírica de la vida, la sinrazón del mundo; la repetición de las cosas, a veces se concibe el tiempo de manera circular. El objeto -escribe Arrabal- no es el de descubrir qué es la confusión, sino tan solo lo que se puede decir sobre ella.

Como poeta destacan sus títulos: «La piedra de la locura» (1984) y «Mis humildes paraísos» (1985). Con «La dudosa luz del día» (1994), gana el XI Premio de Ensayo de Espasa.

Por su brillo polémico, dentro de la mejor escritura política, merece un capítulo «Carta al General Franco» (1978).

Así, concluyendo con un breve repertorio cinematográfico, trabajos como «Viva la muerte» (1970), «L’arbre de Guernica» (1975), «Le cimetière des voitures» (1981), «El Emperador del Perú» (1982), «Adiós Babilonia» (1983) llegaron a lo más alto. En todos ellos, el riesgo formal, las perspectivas fugaces y la más elevada meta estética trazan una oferta visual que no pertenece a ninguna escuela.

De este modo, Cayón exhibe por primera vez en España “Amores imposibles”, una serie de pinturas plagadas de misterio en su más puro sentido humorístico y personal. Junto a “Historias universales”, su otro gran talón de Aquiles, se realizó entre el 1 de enero y el 24 de agosto de 1985 y, debido a su éxito, inmediatamente, fue expuesta en una galería del barrio latino de París.

En “Amores imposibles”, Arrabal (mediante un preciosismo en el detalle casi propio de los códices) nos muestra la pintura como el Yin y el Yang como un símbolo de posibilidades y promesas inalcanzables, acto de angustia y, al mismo tiempo, desasosiego, como forma de expresar un canto implícito sobre la ambigüedad irreductible.

Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

81 x 65 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

81 x 65 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

81 x 65 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

92 x 73 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

95 x 71,5 cm.

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Arrabal parece ofrecernos el carácter autárquico de cada una de sus obras, su muda independencia: ni la mirada, menos aún estas palabras, lograrán cerner sus posibilidades de sentido, asir la obra que se incorporan a la verdad de lo que es portador de una errancia propia.

Sus obras son ejercicio de situaciones fulgurantes, como un cosmos de escenas furtivas que parecen suceder en la manifestación de la otredad, como una simbolicidad privilegiada que otorgase la posibilidad del sentido, algo escondido bajo un decir significante, un decir intenso capaz de producir el encuentro entre un abismo y un contacto, misterio y mandato, el arte como otro modo de llamar a la vida. 

Fernando Arrabal, Amours impossibles, 1985. Acrílico sobre lienzo, 71 x 95 cm.

Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

71 x 95 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

71,5 x 95 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

65 x 81 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

65 x 81 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

73 x 92 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

73 x 92 cm.

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Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

73 x 92 cm.

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Amours impossibles, 1985. Acrílico sobre lienzo, 73 x 92 cm. AR015

Amours impossibles

1985

Acrílico sobre lienzo

73 x 92 cm

AR015

«Contemplando su obra reflexioné sobre que el pintor Fernando Arrabal ha pensado siempre en imágenes: su prosa y verso, el teatro, por supuesto su obra pictórica mas también la fotográfica, amistades y afanes, la propia voz destilando siempre para explicar imágenes extraordinarias que han constituido su ser de escritor.  Sin olvidar su estrecha vinculación con la historia del arte de su tiempo, de la que ha sido protagonista indiscutido, aunque sea asunto poco conocido en España (“Cuenca es una ciudad perfectamente patafísica”, le oí decir un día mientras estampaba un beso a Antonio Pérez, otro patafísico).

 

Al cabo, es sabido, el verdadero arte es aquel capaz de suspender el sentido, como un abandono del sentido a la búsqueda del sentido.  Retener las conclusiones y, de esta forma, vuelve a abrir nuevamente el pensamiento.  Su capacidad de acceder a ese decir otro mediante esta coreografía silente de amores imposibles, es como una voz que carece de principio o fin, aquella muda orquestación de Mallarmé, voz desposeída desde los cuerpos, voz hablando a la vez varias veces a la vez.  La enunciación de un habla que da a ver, como una partición de las voces estas imágenes»

Amours impossibles, 1985. Acrílico sobre lienzo, 73 x 92 cm. AR016
Amours impossibles, 1985. Acrílico sobre lienzo, 73 x 92 cm. AR016
Amours impossibles, 1985. Acrílico sobre lienzo, 73 x 92 cm. AR005
Amours impossibles, 1985. Acrílico sobre lienzo, 73 x 92 cm. AR005

«Dentro y en el exterior de la historia de la pintura, un hiato de extrañeza componiendo su obra como una proximidad que fuera inaccesible, como la mostración de un intervalo entre el pintor y sus fábulas (también) extraordinarias, “mundus est fabula”, al cabo el sentido de las imágenes no es más que una apariencia, más bien quedan las imágenes resonantes en el espacio del afuera, como quien descentraliza las imágenes que enuncian, ese mirar sin apartar una voz interior que se constituye al modo de un territorio propicio para el ejercicio de preguntas.  Tránsito de una pintura que semeja un compendio de relatos en sucesión de efectos de extrañeza, pensamientos que veloces se alejan de las pinturas que lo enuncian y, así, estas imágenes consideradas como una duplicidad de la revelación, aquello que nos vela al revelar, el velo que revela velando, el desdoblamiento inicial que permite a continuación hallarnos frente a la cosa figurada.

 

La pintura como un decálogo de mostración de posibilidades inaccesibles, promesa de sentido, una obra poseída por la inquietud y el desacomodo, a la manera de la expresión del canto tácito de una ambigüedad irreductible»

 

Alfonso de la Torre, 2023.


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