4 de mayo – 7 de julio, 2023
Madrid
Fernando Arrabal Terán (Melilla, 1933) siempre se ha considerado artista por referencial paternal, siendo así pintor y escultor de objetos en la más pura tradición patafísica. A pesar de esto, también ha dedicado su carrera a otras profesiones como escritor, poeta o cineasta vanguardista e iconoclasta.
Comienza sus estudios de Derecho en Madrid. En 1953, como gran aficionado al teatro, es galardonado con el Premio Ciudad de Barcelona por su obra «El triciclo». Dos años después consigue una beca en París, donde vive desde entonces. Es allí donde conoce a muchas de las figuras capitales del siglo XX, tal como al poeta francés André Bretón, Salvador Dalí o René Magritte representantes del más puro Surrealismo.
En 1963, junto a los artistas Roland Topor y Alejandro Jodorowski, crea el «Movimiento Pánico», alusivo al dios griego Pan. Este movimiento es una expresión artística que pretende anunciar la locura controlada como supervivencia ante una sociedad en crisis de valores (la sociedad posmoderna).
Sus autores sugieren un universo barroco, preciso, de un mundo delirante y matemático; una mezcla de contrarios: de amor y odio, tragedia y comedia, mal gusto y refinamiento estético, el sacrilegio y lo sagrado, lo individual y lo colectivo; el ritual ceremonial: en actos trascendentales de la vida; la visión onírica, y a veces cruel y satírica de la vida, la sinrazón del mundo; la repetición de las cosas, a veces se concibe el tiempo de manera circular. El objeto -escribe Arrabal- no es el de descubrir qué es la confusión, sino tan solo lo que se puede decir sobre ella.
Como poeta destacan sus títulos: «La piedra de la locura» (1984) y «Mis humildes paraísos» (1985). Con «La dudosa luz del día» (1994), gana el XI Premio de Ensayo de Espasa.
Por su brillo polémico, dentro de la mejor escritura política, merece un capítulo Carta al General Franco (1978).
Así, concluyendo con un breve repertorio cinematográfico, trabajos como Viva la muerte (1970), L’arbre de Guernica (1975), Le cimetière des voitures (1981), El Emperador del Perú (1982), Adiós Babilonia (1983) llegaron a lo más alto. En todos ellos, el riesgo formal, las perspectivas fugaces y la más elevada meta estética trazan una oferta visual que no pertenece a ninguna escuela. Arte de gran efecto, ya que no de pura especulación.
De este modo, Cayón exhibe por primera vez en España “Amores imposibles”, una serie de pinturas plagadas de misterio en su más puro sentido humorístico y personal. Junto a “Historias universales”, su otro gran talón de Aquiles, se realizó entre el 1 de enero y el 24 de agosto de 1985 y, debido a su éxito, inmediatamente, fue expuesta en una galería del barrio latino de París.
En “Amores imposibles”, Arrabal (mediante un preciosismo en el detalle casi propio de los códices) nos muestra la pintura como el Yin y el Yang como un símbolo de posibilidades y promesas inalcanzables, acto de angustia y, al mismo tiempo, desasosiego, como forma de expresar un canto implícito sobre la ambigüedad irreductible.
Arrabal parece ofrecernos el carácter autárquico de cada una de sus obras, su muda independencia: ni la mirada, menos aún estas palabras, lograrán cerner sus posibilidades de sentido, asir la obra que se incorporan a la verdad de lo que es portador de una errancia propia.